El hada nocturna de la luz
Sidhe era un hada de la noche que vivía en el bosque. Era del tipo de hadas que habitan la dimensión de lo oscuro. La mayoría de las hadas de este reino son acompañadas por una luciérnaga, lo que les ayuda a ver con claridad los árboles, las rocas, los riachuelos, y así poder hacer su magia sin esfuerzo.
Pero Sidhe estaba sola, intentando siempre alcanzar a las luciérnagas para volar junto a ellas aunque no hubiera vez en que no se quedara atrás por no poder alcanzar la altura que ellas alcanzaban con esos vuelos tan llamativos.
A veces había luciérnagas que permanecían cerca del pantano, lugar al que las hadas no se atrevían a ir por miedo a los trolls que ahí vivían pues eran famosos por ser malhumorados. Y Sidhe, en su afán de perseguirlas para deleitarse con su luz, visitaba con frecuencia el pantano al grado de acostumbrarse a ya no temerle a los trolls que, de todos modos, parecían estar siempre ocupados como para molestarse por las hadas.
Una noche, mientras merodeaba por un bello encinar, escuchó unos ruidos que le eran desconocidos, se trataba de voces humanas, específicamente de niños, por lo que la primera reacción de Sidhe fue esconderse tras un árbol ya que nunca había tenido contacto con los humanos a pesar de las muchas historias que ya había escuchado de las otras hadas.
–A mi no me gusta la noche –dijo uno de los niños– pero mi papá insistió en que viniera a acampar.
–A mí tampoco me gusta –contestó el otro niño– prefiero el día porque el sol todo lo ilumina, todo se puede ver con claridad.
Sidhe sintió mucha curiosidad acerca del día y el sol ya que nunca había escuchado esas palabras ni podía imaginarse cómo sería la vida más allá de la oscuridad de la noche, a partir de ese momento no pudo pensar en otra cosa, pasaba noches enteras cerca del pantano y de las luciérnagas sentada sobre una roca llena de musgo imaginando cómo sería ese lugar iluminado.
Tiempo después se animó a pedir el permiso de la reina de las hadas nocturnas, un hada muy hermosa de alas luminosas, para vivir en la dimensión del día. La reina de las hadas nocturnas se lo concedió, pues Sidhe pertenecía a una estirpe de hadas que pueden estar en ambas dimensiones sin desaparecer, solo que antes de marcharse le advirtió:
–Si alguna vez quieres volver a la dimensión nocturna, la condición es que traigas a este reino un poco de luz–
A lo cual Sidhe respondió que sería fácil ya que estaría en una dimensión luminosa, y entonces en un abrir y cerrar de ojos la noche desapareció, todo permanecía igual pero ahora era claro y brillante, elevó la mirada al cielo y observó en medio una luciérnaga gigante que todo lo iluminaba.
–Ese debe ser el sol– pensó.
Emocionada voló por el bosque y en su recorrido notó que también existían hadas diurnas, solo que sus alas eran mucho más grandes y potentes y sus cuerpos eran, a diferencia del colorido cuerpo de Sidhe, casi transparentes. Pronto se dio cuenta de que el día era más peligroso para las hadas pues quedaban fácilmente a la vista de los humanos que caminaban por el bosque con más frecuencia que en la noche. Con el paso de los días comenzó a agotarse por estar siempre huyendo y escondiéndose. Se sentía triste. Lo único que la animaba era estar cerca del pantano pues le recodaba su vida nocturna.
Un día mientras descansaba ahí, notó que junto al pantano había una cueva. Nunca había entrado a una, así que decidió explorar. Al entrar notó que el lugar era oscuro como la noche pero al mirar hacia atrás se veía como si hubiera una luciérnaga. De pronto notó una inesperada presencia: se trataba de un troll. Asustada, quiso huir pero éste le dijo:
–Espera ¿tú eres el hada luminosa de la noche? Solía verte de noche, eras la única hada que visitaba el pantano, siempre me pareciste peculiar ya que la reina y tú son las únicas que brillan, como las estrellas, como las luciérnagas–
Sidhe lo comprendió: desde siempre había brillado, desde siempre había poseído la luz que tanto le gustaba de las luciérnagas y que nunca le compartieron pues ellas, como la reina, sabían que a Sidhe no le hacía falta.
Amablemente se despidió del troll y al salir cayó en un profundo sueño.
Al despertar observó que nuevamente estaba en la dimensión de la noche y muy feliz sobrevoló el bosque, observando con regocijo la oscuridad y sus secretos. A lo lejos vio unas luciérnagas y se sentó a contemplarlas, sabiendo que ella también tenía una luz qué compartir.
Arwen Lynn
3 comentarios:
ARWEN:
Está muy lindo tu cuento, me encantan las luciérnagas pero ¿sabes que nunca he visto una en vivo?, es uno de los sueños que tengo pendientes por cumplir.
Me atrapó tu historia, y me hizo pensar en cosas que están pasando con gente muy cercana a mi y que quiero mucho, sobre todo lo de la parte donde mencionas la luz que Sidhe tenía para compartir.
¿En qué te inspiraste para escribirlo?, te quedó muy lindo. Ojalá que te sigas inspirando y creando historias.
Muchas gracias por tu comentario, me da gusto que te haya gustado el cuento.
La verdad es que me he inspirado en lo que veo en mi misma y en la mayoría de las personas: que siempre está uno buscando fuera lo que en realidad lleva dentro, felicidad, amor, alegría... A veces las situaciones "oscuras" nos hacen perder de vista esa luz que siempre está ahi disponible para uno, lista a que uno decida comenzar a usarla y compartirla con los demás :)
Yo solo he visto una luciérnaga y fue cuando era niña, pero estoy segura de que cumplirás tu sueño de conocerlas :D Muchas gracias por leer mi cuento y dejarme un comentario :) Abrazos!
Me gustó sobre todo eso que mencionas, que uno siempre está buscando afuera lo que tiene dentro....
Ojalá sigas publicando cuentos y escribiendo de esa manera.
Que tengas lindo inicio de semana Arwen y nos seguimos leyendo en los blogs.
¡Cuídate!
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